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sábado, 20 de octubre de 2012

 TECNOFOBIA-Miedo a la tecnología.

 

 El avance tecnológico ha sido un acierto en la sociedad, pero ha traido una moderna enfermedad mental que la padecen muchos.
La tecnología en la actualidad es la base de las sociedades que están en constante desarrollo. A lo largo de la historia la tecnología ha ido avanzando de manera exponencial, con nuevos inventos útiles, innovadores e impresionantes para darle cada día más y mayores comodidades a los seres humanos.
Desde que dicho avance llegó al punto de lograr una comunicación ilimitada gracias al Internet, dicha red se ha convertido en un símbolo, una necesidad e indispensable para la mayoría de personas en el mundo; pero todo tiene su lado oscuro, ya que su creación y evolución han traído como consecuencia la aparición de enfermedades modernas como adicción a la tecnología y tecnofobia.
 

¿Qué es la tecnofobia?

La tecnofobia se define como la carencia de habilidades, aptitudes y gusto por hacer uso de la tecnología, dificultad para adaptarse a innovaciones tecnológicas y carencia de deseo por hacerlo. Empresarialmente esto está caracterizado como resistencia al cambio y fastidio por las cosas nuevas que aparecen.

Causas

Las causas principales de la resistencia al cambio con respecto a la tecnología suelen ser época y condición social, por lo que no es raro escuchar en las personas que superan los 50 años "Esas cosas no existían en mi época" o el típico "Ya estoy muy viejo para eso". Cuando la persona tiene estas ideas de por medio, crea un bloqueo involuntario en el cerebro que hace que sea muy dificultoso hacer uso de computadoras, celulares y aparatos tecnológicos; lo que logra que simplemente se abstengan de la tecnología.
La falta de preparación, la poca educación en algunos lugares, también crea una tendencia a la no tecnología, que hace que incluso siendo personas jóvenes, tengan dificultades con la misma.

Síntomas

No todas las personas mayores o con bajo nivel de preparación son renuentes a usar la tecnología. Existen algunos síntomas, que podrían resultar muy familiares.
  • Ausencia de tecnología en el lugar donde habita
  • Extremamente bajo interés por aprender
  • Incapacidad para entender o memorizar algo tecnológico
  • Poco interés en las novedades tecnológicas
  • Rehusarse a utilizar celulares o no saber usarlos
  • Desconocimiento parcial o total de la tecnología
  • Pensamientos de que la tecnología no es para sí
Si se notan 3 o más de estas tendencias, es probable que dicha persona padezca de tecnofobia.

Consecuencias

Existen consecuencias sociales, que en personas mayores no son tan relevantes; pero en caso de personas jóvenes sí podría tener repercusiones.
Actualmente el mundo de las redes sociales,el correo electrónico, las compras en línea y el uso de Internet para todo pueden afectar a una persona en su vida social, tanto como en la vida laboral.
Ahora un requisito implícito para la contratación de personal en las empresas es el conocimiento intermedio de computación como mínimo y de no saber, pues es muy probable que la persona quede a un lado al igual que los métodos tradicionales.
El no saber usar medios tecnológicos para transacciones y trámites, hace que se pierda tiempo valioso, que haciendo uso de la tecnología podría sobrar.

 TECNOFOBIA: LAS RAZONES DE UNA IDEA

En su conocido libro: Two Cultures and a Second Loock (1959), C.P. Snow se preguntaba hace ya años por las razones del abismo entre científicos y literatos que desde entonces no ha hecho otra cosa que crecer. El porqué de la incomprensión entre las dos culturas está lejos de constituir un tema puramente académico y su eco alcanza hoy un carácter global, que hace preciso investigar sobre los fundamentos culturales de la tecnofobia. Convendría repetir las preguntas que en su día planteó C.P. Snow: ¿Son los intelectuales "de letras", luditas por naturaleza?. ¿Cuáles son las razones de la tecnofobia y porqué se ha desarrollado especialmente entre quienes se llaman a sí mismos "humanistas"? ¿Por qué el intelectual de letras considera la tecnofobia no sólo de buen tono, sino incluso como una especie de obligación civil inherente a su estatus? ¿Por qué la profecía humanística evalúa sistemáticamente la tecnociencia como riesgo o peligro y no como oportunidad? ¿Se trata de un tópico cultural nostálgico o, tal vez, la tecnofobia esconde alguna enseñanza que sea posible desarrollar en la comprensión de un mundo diseñado cada vez más a imagen de la tecnociencia? ¿Existe realmente alguna vía de superación de la extraña dialéctica entre tecnófobos (e incluso "neoluditas") y tecnófilos? Y, finalmente: ¿puede construirse una auténtica sociedad del conocimiento sobre esa oposición?
Ante la tecnociencia, la respuesta de las humanidades ha oscilado entre dos posturas tan radicales como poco matizadas. Se ha postulado muy minoritariamente una defensa utilitaria a ultranza de la modernidad asimilada, sin más, a la posesión instrumental (caso de las diferentes filosofías del ámbito pragmatista) o, por el contrario, se ha caído en una desvalorización profética del mundo de la máquina; tachado de des/almado en su sentido más obvio y literal. Conviene reconocer que ésta última ha sido -y continua siendo- una postura prestigiosa en el ámbito global de "las letras", desde donde se contempla cualquier intento de humanismo tecnológico, sino con desprecio, al menos con indisimulado recelo. En lo tecnocientífico, a veces más cerca de lo novedoso que de la novedad, se intuye un peligro para la continuidad del humanismo, más que una oportunidad para su despliegue. La técnica como factor de armonización mecánica del mundo ha tendido a ser considerada en la tradición humanística como una forma de degradar lo cualitativo y lo individual. Aparece como el espacio donde se pierde la diferencia, es decir, donde se disminuye aquello que constituye lo humano por excelencia, y donde la apariencia niega la realidad de las cosas. Se ve tópicamente acusada de provocar la decadencia de la ligazón comunitaria primitiva y se la juzga responsable de una actitud escéptica que, en definitiva, conduce al nihilismo al poner lo funcional por encima de lo supuestamente "auténtico". Resuenan así en el mundo humanístico los ecos de la reconvención goethiana en el Fausto:
Viejo derecho, firme tradición
En nada cabe ya tener confianza
La técnica simboliza también, en esta hipótesis, la consumación de la dominación del mundo por el dinero y, en consecuencia, es tanto un elemento de ruptura con la naturaleza, cuanto una expresión de existencia inarmónica. Es fácil ver además, en ella el instrumento de un poder inmoderado y, por lo tanto, da un cierto buen tono proponer un neoludismo estético, que se acompaña de un poco disimulado aristocratismo intelectual, que a veces se despliega como crítica global al concepto de progreso.
La filosofía del siglo XX ha sido muy mayoritariamente presa de la desconfianza ante la tecnociencia, y ante su núcleo filosófico que es la herencia ilustrada. Heidegger, Adorno, Jonas y Postman constituyen hitos importantes en esa desvalorización de la tecnológico pero no son los únicos tecnófobos. Decía Cioran que: Con el advenimiento de la trinidad del automóvil, el avión y el transistor podemos poner fecha a la desaparición de los últimos restos del Paraíso terrenal. Todo hombre que toca un motor prueba que es un condenado. Sin llegar a planteamientos de esta radicalidad, el hecho es que muchas reacciones humanísticas ante la técnica basculan entre el miedo y la sátira. En este aspecto, la propuesta jonasiana de la heurística del temor, y la ética del no-poder de Ellul resumen el sentir de un mundo cultural asustado por sus propias construcciones.
No deja de sorprender que a lo largo del siglo XX el miedo haya podido ser considerado como un elemento positivo, en oposición a toda la tradición ilustrada que, estrictamente, se había construido desde el rechazo absoluto a cualquier tipo reacción paralizante y desde la denuncia del miedo como una construcción interesada, sólo útil para mantener a los hombres en un estado de sumisión. Pero, ciertamente, en el mundo de las humanidades hay, desde Platón y el mito de la Edad de Oro, una abundante literatura que podría ser considerada ludita. Sólo la reconsideración de los argumentos tecnófobos puede permitir un diálogo enriquecedor para las "dos culturas". 

Tecnofobia y espíritu griego.
Se olvida muchas veces que la tecnofobia tiene su origen último en la tradición clásica. En el mundo griego, y específicamente en su mitología, los tecnólogos fueron siempre individuos castigados. Prometeo pagó su atrevimiento con el suplicio. Dédalo, el constructor del laberinto, fue encerrado en él. Ícaro vio quemadas sus alas… También los filósofos, empezando por Platón en el Gorgias y en Las leyes desprecian el trabajo técnico. Platón en Gorgias (512c) dice textualmente que el nombre de "maquinista" es un insulto y que un ciudadano no debe casar con las hijas de tales sujetos, ni darles hijas propias en matrimonio. Aristóteles en la Política (cap. V, del libro III, 1278 a) proclama que la ciudad excelente no hará del artesano un ciudadano, porque no puede practicar la virtud y se halla, de hecho, próximo al esclavo.
Más que hablar de aristocratismo, que de hecho no pasaría de ser una excusa sociológica, lo que conviene es comprender que para los clásicos, la "norma" no resulta distinta a la naturaleza y, en consecuencia, un tecnólogo es alguien que rompe la normalidad, el telos de cada cosa y que, por eso mismo, resulta sospechoso. En el ideal griego que es todavía el modelo humanístico occidental, la naturaleza tiene unos fines internos y autoregulados. La teckné, en cambio, constituye un intento de forzar o de romper des de fuera -con un acto de violencia- la lógica de las cosas. De ahí su peligro. Todo producto artificial -y artificioso- rompe la naturaleza de los seres y los vuelve inauténticos. Para los griegos, el ejemplo de la moneda -y del desorden que la crematística introduce en la ciudad- muestra bien a las claras la perversidad del artificio que rompe con una agricultura natural, pensada para nuestras propias necesidades y no para el comercio y para la acumulación. Además la técnica implica movimiento cuando para el mundo griego la perfección sólo se encuentra en el reposo. También Epicuro (Máximas capitales, 15) considera que las riquezas no conformes a la naturaleza implican peligro. En definitiva, allí donde aparece la teckné se rompe la harmonía.
François Dragonet resume en dos tesis la tecnofobia griega:
1.- Los griegos no vinculan las proezas técnicas e instrumentales con el progreso humano, porque el hombre pertenece a la naturaleza eterna y no a la técnica cambiante. Si el hombre es perfecto (metron) y estable no necesita para nada una tecnología que nos desestabiliza.
2.- Desaconsejan, además, el uso de las máquinas porque de ellas sólo pueden salir desastres, cataclismos y miserias. Platón recuerda, por ejemplo, que Thaumas rechaza el invento de la escritura que le ofrecía Teuth porqué iría contra la memoria y favorecería la automatización, la rapidez y la exterioridad, contrarias a la naturaleza humana.
Para un griego, la posición antitecnológica resulta una consecuencia necesaria del humanismo. El hombre clásico se considera a sí mismo como una expresión de la harmonía de la naturaleza. En ningún caso ello debe verse como una oposición al trabajo productivo: Penélope teje y Hefesto forja, pero lo importante es que no se subordinan a sus productos. Ser hombre es todo lo contrario de un mecanismo o de una regla. Los humanos no expresan el automatismo sino la reflexión que implica la libertad ante sus propios productos. No sería exacto, en consecuencia, hablar de tecnofobia en Grecia, sino de una situación previa: la de la extrañeza ante lo tecnológico visto como perturbador. Estrictamente hablando, la situación de tecnofobia no se da en Grecia, además, porqué la técnica está aún lejos de ocupar la centralidad de las relaciones humanas. Será la Ilustración la que sitúe el problema en términos que nos resultan comprensibles aún hoy.
DEFINICION DE TECNOFILIA Y TECNOFOBIA

“Tecno” referencia a  tecnología y “filia” a  simpatía o afición. La tecnofilia es la pasión exagerada por la tecnología.  Hay distintos grados de tecnofilia que, en el extremo, pueden convertirse en adicción. Los tecnofílicos más obsesivos suelen comprar las últimas versiones de los nuevos productos a precios exorbitantes. Actualmente la  tecnofilia crece también por la gran dependencia que genera la tecnología.

Tecnofobia
Tecnofobia es el rechazo a lo tecnológico como miedo irracional al que se justifica por la dependencia que genera  desde el punto de vista físico o emocional. La brecha digital o analfabetismo tecnológico crece. “Mientras la tecnología sube por el ascensor el hombre asciende por escalera”.
En 1624 Francis Bacon en su libro “La nueva Atlántida” supuso que la tecnología mejoraría al mundo. Mary Shelley publicó en 1818 “Frankestein” mostrando lo que pasa cuando la tecnología se descontrola.
El Apolo 13 fue una misión espacial para transportar a la luna a dos seres humanos. Una explosión de los tanques de oxígeno obligó a la tripulación a abortar la misión y orbitar alrededor de la luna. El ingenio de los tripulantes improvisó un paracaídas para su módulo lunar y así lograron regresar sanos a la tierra.
La fe en la tecnología hizo creer a empresas y gobiernos que se podía bombear petróleo en el fondo del océano sin fallas. El derrame de petróleo en el  golfo es un buen argumento para los tecnofóbicos que creen que las máquinas terminarán dominando al hombre o que desaparecerá en una guerra desastrosa.
Pero los tecnofílicos siguen a Bacon y se preparan para lo que llaman “la singularidad”. Es el punto en el que las máquinas se volverán conscientes y el hombre pactará estratégicamente con ellas. Entonces  los problemas de salud serán cosa del pasado y los grandes problemas de la humanidad desaparecerán.
Los tecnofóbicos creen que la singularidad dividirá a los humanos en seres con inteligencia superior que vivirán cientos de años y los que quedarán trabados por sus formas corporales y creencias antiguas. No sería una sociedad fantástica para todos sino un bote salvavidas para los ricos que saltarán del barco.
La tecnología cambió la forma en el cual el hombre trabaja. Hoy prevalece el Multitasking,  el arte de hacer varias tareas a la vez. La sensación que genera es la de hacer 100 cosas al mismo tiempo y a la vez, ninguna. Los medios de comunicación impusieron la cultura de la interrupción. La consecuencia es un pensamiento episódico, fragmentario, que opera sin secuencias y a saltos provocados por los estímulos. Así se redujo  el conocimiento basado en la experiencia y aumentó el que se caza y recolecta en la web.
Culturas policrónicas y  monocrónicas. Las culturas influyen en una mejor o peor adaptación a lo tecnológico y al manejo del tiempo. Hay culturas policrónicas (cultura latina orientada a los eventos) y culturas monocrónicas (culturas americana o Alemana,  orientadas al  reloj). Las culturas policrónicas funcionan bien haciendo multitasking, las monocrónicas hacen las tareas una por vez,  siguen al reloj y respetan el plan; ya que consideran al tiempo como un recurso que se pierde, se gana, se optimiza, etc.. En lculturas  monocrónicas el tiempo es lineal, consecutivo y segmentado, a una cosa sigue la otra y empieza cuando termina la anterior, está predeterminado y se fija el que se puede dedicar a una cosa de manera única y no en simultáneo. Se respetan las prioridades y no se permiten las interrupciones. Cuando una acción tiene lugar no puede haber otra. El tiempo es rápido, dividido en bloques y con  fecha de caducidad. Las relaciones duran lo que duran y eso se sabe desde el principio.
El tiempo policrónico se percibe de manera simultánea, entremezclado, en vasos comunicantes, un elemento se desarrolla en concomitancia con otro. El tiempo es improvisado y no se puede prever ni organizar en detalle. Está abierto a interferencias y a interrupciones que pueden  reestructurarlo. Se percibe en un continuo en el que suceden diferentes cosas a la vez. Es lento y no tiene fecha de vencimiento. Las relaciones por principios son eternas aunque luego no lo sean y su final se desconozca.
La tecnología y el cerebro. Más allá de los componentes culturales en la administración del tiempo hoy es notable la dificultad que tienen jóvenes y adultos en  concentrarse a fondo en una sola tarea, en escuchar una larga sinfonía, en sostener un pensamiento o una experiencia,  en leer sin ser invadido por ideas parásitas y en generar relaciones estables. Crece una atención saltarina, vagabunda,  fragmentaria, multidireccional y multitarea que descrema la superficie de cosas y personas sin penetrar en su  fondo.
La sensación concomitante  es que se pierde algo importante, que intoxicarse con sucesos  impide culminar con la tarea. Los medios generan una ansiedad que ellos mismos incentivan. Así se percibe un
universo atractivo que magnetiza una atención flotante que se sorprende  por su falta de linealidad, por su multiplicidad de opciones y por su capacidad de acercar realidades lejanas en un formato multimedial.
La ilusión de que no existen el espacio y el tiempo ofrece una percepción de presente continuo, en la que el tiempo pasa sin dejar secuelas y una espacialidad continua evita el vacío de la soledad. Para McLuhan los medios de comunicación son extensiones del cerebro. Hoy las redes extienden el sistema nervioso. Para los tecnofóbicos es posible que el hombre de a poco sea  una prótesis de lo mismo que inventó.
Sintonizar el sistema nervioso y el sistema digital. Hoy se educa para un mundo inexistente. El átomo es pasado, el símbolo de la época son los chips y la red. La red no tiene centro, ni certezas. Combina la simpleza del átomo con el desorden del caos. El chip de silicona y la fibra de vidrio de silicato se unen a velocidades fantásticas para  revestir al mundo con un tejido de redes. Las redes tienen sólo nodos y conexiones. Los nodos se hacen más pequeños mientras que las conexiones crecen.
Así como células poco inteligentes crearon el sistema inmunológico, una PC conectada con otras tejieron la telaraña mundial “World Wide Web”. En un mundo de especialistas unidos en red, la sabiduría retornará promoviendo un diálogo  global que descomponga el todo en partes pequeñas que contribuyan a entenderlo y mejorarlo. Este entramado se paralizaría sin ideas que motiven a trabajar en equipo.
El poder del futuro consistirá en aprovechar la comunicación. En una red el talento se multiplica por el de todos los demás. De lo que se trata entonces es de sincronizar el cerebro humano con las redes digitales, el sistema de redes que  ha creado un poderoso y enigmático cerebro social.